CAPÍTULO VIII: LA DESCRIPCIÓN DE LA IMPERIAL CIUDAD DEL COZCO

lunes, 13 de mayo de 2013

Capítulo VIII: La descripción de la imperial ciudad del Cozco.
El Inca Manco Cápac fue el fundador de la ciudad del Cozco, la cual los españoles honraron con renombre largo y honroso, sin quitarle su propio nombre: dijeron la Gran Ciudad del Cozco, cabeza de los reinos y provincias del Perú. También le llamaron la Nueva Toledo, mas luego se les cayó de la memoria este segundo nombre, por la impropiedad de él, porque el Cozco no tiene río que la ciña como a Toledo, ni le asemeja en el sitio, que su población empieza de las laderas y faldas de un cerro alto y se tiende a todas partes por un llano grande y espacioso; tiene calles anchas y largas y plazas muy grandes, por lo cual los españoles todos en general, y los escribanos reales y los notarios en sus escrituras públicas, usan del primer título; porque el Cozco, en su Imperio, fue otra Roma en el suyo, y así se puede cotejar la una con la otra porque se asemejan en las cosas más generosas que tuvieron. La primera y principal, en haber sido fundadas por sus primeros Reyes. La segunda, en las muchas y diversas naciones que conquistaron y sujetaron a su Imperio. La tercera, en las leyes tantas y tan buenas y llanísimas que ordenaron para el gobierno de sus repúblicas. La cuarta, en los varones tantos y tan excelentes que engendraron y con su buena doctrina urbana y militar criaron. En los cuales Roma hizo ventaja al Cozco, no por haberlos criado mejores, sino por haber sido más venturosa en haber alcanzado letras y eternizado con ellas a sus hijos, que los tuvo no menos ilustres por las ciencias que excelentes por las armas; los cuales se honraron al trocado unos a otros; éstos, haciendo hazañas en la guerra y en la paz, y aquéllos escribiendo las unas y las otras, para honra de su patria y perpetua memoria de todos ellos, y no sé cuáles de ellos hicieron más, si los de las armas o los de las plumas, que, por ser estas facultades tan heroicas, corren lanzas parejas, como se ve en el muchas veces grande Julio César, que las ejerció ambas con tantas ventajas que no se determina en cuál de ellas fue más grande. También se duda cuál de estas dos partes de varones famosos debe más a la otra, si los guerreadores a los escritores, porque escribieron sus hazañas y las eternizaron para siempre, o si los de las letras a los de las armas, porque les dieron tan grandes hechos como los que cada día hacían, para que tuvieran qué escribir toda su vida. Ambas partes tienen mucho que alegar, cada una en su favor; dejarlas hemos, por decir la desdicha de nuestra patria, que, aunque tuvo hijos esclarecidos en armas y de gran juicio y entendimiento, y muy hábiles y capaces para las ciencias, porque no tuvieron letras no dejaron memoria de sus grandes hazañas y agudas sentencias, y así perecieron ellas y ellos juntamente con su república. Sólo quedaron algunos de sus hechos y dichos, encomendados a una tradición flaca y miserable enseñanza de palabra, de padres a hijos, la cual también se ha perdido con la entrada de la nueva gente y trueque de señorío y gobierno ajeno, como suele acaecer siempre que se pierden y truecan los imperios.
Yo, incitado del deseo de la conservación de las antiguallas de mi patria, esas pocas que han quedado, porque no se pierdan del todo, me dispuse al trabajo tan excesivo como hasta aquí me ha sido y delante me ha de ser, el escribir su antigua república hasta acabarla, y porque la ciudad del Cozco, madre y señora de ella, no quede olvidada en su particular, determiné dibujar en este capítulo la descripción de ella, sacada de la misma tradición que como a hijo natural me cupo y de lo que yo con propios ojos vi; diré los nombres antiguos que sus barrios tenían, que hasta el año de mil y quinientos y sesenta, que yo salí de ella, se conservaban en su antigüedad. Después acá se han trocado algunos nombres de aquéllos, por las iglesias parroquiales que en algunos barrios se han labrado.
El Rey Manco Cápac, considerando bien las comodidades que aquel hermoso valle del Cozco tiene, el sitio llano, cercado por todas partes de sierras altas, con cuatro arroyos de agua, aunque pequeños, que riegan todo el valle, y que en medio de él había una hermosísima fuente de agua salobre para hacer sal, y que la tierra era fértil y el aire sano, acordó fundar su ciudad imperial en aquel sitio, conformándose, como decían los indios, con la voluntad de su padre el Sol, que, según la seña que le dio de la barrilla de oro, quería que asentase allí su corte, porque había de ser cabeza de su Imperio. El temple de aquella ciudad antes es frío que caliente, mas no tanto que obligue a que busquen fuego para calentarse; basta entrar en un aposento donde no corra aire para perder el frío que traen de la calle, mas si hay brasero encendido sabe muy bien, y si no lo hay, se pasan sin él; lo mismo es en la ropa del vestir, que, si se hacen a andar como de verano, les basta; y si como de invierno, se hallan bien. En la ropa de la cama es lo mismo; que si no quieren más de una frazada, tienen harto, y si quieren tres, no congojan, y esto es todo el año, sin diferencia del invierno al verano, y lo mismo es en cualquier otra región fría, templada o caliente de aquella tierra, que siempre es de una misma manera. En el Cozco, por participar como decimos más de frío y seco que de calor y húmedo, no se corrompe la carne; que si cuelgan un cuarto de ella en un aposento que tenga ventanas abiertas, se conserva ocho días y quince y treinta y ciento, hasta que se seca como un tasajo.  Esto vi en la carne del ganado de aquella tierra; no sé qué será en la del ganado que han llevado de España, si por ser la del carnero de acá más caliente que la de allá hará lo mismo o no sufrirá tanto; que esto no lo vi, porque en mis tiempos, como adelante diremos, aún no se mataban carneros de Castilla por la poca cría que había de ellos. Por ser el temple frío no hay moscas en aquella ciudad, sino muy pocas, y ésas se hallan al Sol, que en los aposentos no entra ninguna. Mosquitos de los que pican no hay ninguno, ni otras sabandijas enfadosas: de todas es limpia aquella ciudad.
Las primeras casas y moradas de ellas se hicieron en las laderas y faldas del cerro llamado Sacsahuaman, que está entre el oriente y el septentrión de la ciudad. En la cumbre de aquel cerro edificaron después los sucesores de este Inca aquella soberbia fortaleza, poco estimada, antes aborrecida de los mismos que la ganaron, pues la derribaron en brevísimo tiempo. La ciudad estaba dividida en las dos partes que al principio se dijo: Hanan. Cozco, que es Cozco el alto, y Hurim Cozco, que es Cozco el bajo. Dividíales el camino de Antisuyu, que es el que va al oriente: la parte septentrional se llamaba Hanan Cozco y la meridional Hurin Cozco. El primer barrio, que era el más principal, se llamaba Collcampata: cóllcam debe ser de dicción de la lengua particular de los Incas, no sé qué signifique; pata quiere decir andén; también significa grada de escalera, y porque los andenes se hacen en forma de escalera, les dieron este nombre; también quiere decir poyo, cualquiera que sea.
En aquel andén fundó el Inca Manco Cápac su casa real, que después fue de Paullu, hijo de Huayna Cápac. Yo alcancé de ella un galpón muy grande y espacioso, que servía de plaza, en días lluviosos, para solemnizar en él sus fiestas principales; sólo aquel galpón quedaba en pie cuando salí del Cozco, que otros semejantes, de que diremos, los dejé todos caídos. Luego se sigue, yendo en cerco hacia el oriente, otro barrio llamado Cantutpata; quiere decir: andén de clavellinas. Llaman cántut a unas flores muy lindas, que semejan en parte las clavellinas de España. Antes de los españoles no había clavellinas en aquella tierra. Seméjase el cántut, en rama y hoja y espinas, a las cambroneras del Andalucía; son matas muy grandes, porque en aquel barrio las había grandísimas (que aún yo las alcancé), le llamaron así. Siguiendo el mismo viaje en cerco al levante, se sigue otro barrio llamado Pumacurcu; quiere decir: viga de leones. Puma es león; curcu, viga, porque en unas grandes vigas que había en el barrio ataban los leones que presentaban al Inca, hasta domesticarlos y ponerlos donde habían de estar. Luego se sigue otro barrio grandísimo, llamado Tococachi: no sé qué signifique la compostura de este nombre, porque toco quiere decir ventana; cachi es la sal que se come. En buena compostura de aquel lenguaje dirá sal de ventana, que no sé qué quisiesen decir por él, si no es que sea nombre propio y tenga otra significación que yo no sepa. En este barrio estuvo edificado primero el convento del divino San Francisco. Torciendo un poco al mediodía, yendo en cerco, se sigue el barrio que llaman Munaycenca; quiere decir: ama la nariz, porque muna es amar o querer, y cenca es nariz. A qué fin pusiesen tal nombre, no lo sé; debió ser con alguna ocasión o superstición, que nunca los ponían acaso. Yendo todavía con el cerco al mediodía, se sigue otro gran barrio, que llaman Rimacpampa: quiere decir: la plaza que habla, porque en ella se pregonaban algunas ordenanzas, de las que para el gobierno de la república tenían hechas. Pregonábanlas a sus tiempos para que los vecinos las supiesen y acudiesen a cumplir lo que por ellas se les mandaba, y porque la plaza estaba en aquel barrio, le pusieron el nombre de ella; por esta plaza sale el camino real que va a Collasuyu. Pasado el barrio de Rimacpampa está otro, al mediodía de la ciudad, que se dice Pumapchupan; quiere decir: cola de león, porque aquel barrio fenece en punta, por dos arroyos que al fin de él se juntan, haciendo punta de escuadra. También le dieron este nombre por decir que era aquel barrio lo último de la ciudad: quisieron honrarle con llamarle cola y cabo del león. Sin esto, tenían leones en él, y otros animales fieros. Lejos de este barrio, al poniente de él, había un pueblo de más de trescientos vecinos llamado Cayaucachi. Estaba aquel pueblo más de mil pasos de las últimas casas de la ciudad; esto era el año de mil quinientos y sesenta; ahora, que es el año de mil y seiscientos y dos, que escribo esto, está ya (según me han dicho) dentro, en el Cozco, cuya población se ha estendido tanto que lo ha abrazado en sí por todas partes.
Al poniente de la ciudad, otros mil pasos de ella, había otro barrio llamado Chaquillchaca, que también es nombre impertinente para compuesto, si ya no es propio. Por allí sale el camino real que va a Cuntisuyu; cerca de aquel camino están dos caños de muy linda agua, que va encañada por debajo de tierra; no saben decir los indios de dónde la llevaron, porque es obra muy antigua, y también porque van faltando las tradiciones de cosas tan particulares. Llaman collquemachác-huay a aquellos caños; quiere decir: culebras de plata, porque el agua se asemeja en lo blanco a la plata y los caños a las culebras, en las vueltas que van dando por la tierra. También me han dicho que llega ya la población de la ciudad hasta Chaquillchaca. Yendo con el mismo cerco, volviendo del poniente hacia el norte, había otro barrio, llamado Pichu. También estaba fuera de la ciudad. Adelante de éste, siguiendo el mismo cerco, había otro barrio, llamado Quillipata. El cual también estaba fuera de lo poblado. Más adelante, al norte de la ciudad, yendo con el mismo cerco, está el gran barrio llamado Carmenca, nombre propio y no de la lengua general. Por él sale el camino real que va a Chinchasuyu. Volviendo con el cerco, hacia el oriente, está luego el barrio llamado Huacapuncu; quiere decir: la puerta del santuario, porque huaca, como en su lugar declaramos, entre otras muchas significaciones que tiene, quiere decir templo o santuario; puncu es puerta. Llamáronle así porque por aquel barrio entra el arroyo que pasa por medio de la plaza principal del Cozco, y con el arroyo baja una calle muy ancha y larga, y ambos atraviesan toda la ciudad, y legua y media de ella van a juntarse con el camino real de Collasuyu. Llamaron aquella entrada puerta del santuario o del templo, porque demás de los barrios dedicados para templo del Sol y para la casa de las vírgenes escogidas, que eran sus principales santuarios, tuvieron toda aquella ciudad por cosa sagrada y fue uno de sus mayores ídolos; y por este respecto llamaron a esta entrada del arroyo y de la calle: puerta del santuario, y a la salida del mismo arroyo y calle dijeron: cola de león, por decir que su ciudad era santa en sus leyes y religión y un león en sus armas y milicia. Este barrio Huacapuncu llega a juntarse con el de Collcampata, de donde empezaron a hacer el cerco de los barrios de la ciudad; y así queda hecho el cerco entero. 

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