CAPÍTULO X: EL SITIO DE LAS ESCUELAS Y EL DE TRES CASAS REALES Y EL DE LAS ESCOGIDAS

miércoles, 15 de mayo de 2013

Capítulo X: El sitio de las escuelas y el de tres casas reales y el de las escogidas.
Para decir los barrios que quedan, me conviene volver al barrio Huacapuncu, que es puerta del santuario, que estaba al norte de la plaza principal de la ciudad, al cual se le seguía, yendo al mediodía, otro barrio grandísimo, cuyo nombre se me ha olvidado; podrémosle llamar el barrio de las escuelas, porque en él estaban las que fundó el Rey Inca Roca, como en su vida dijimos. En indio dicen Yacha Huaci, que es casa de enseñanza. Vivían en él los sabios y maestros de aquella república, llamados amauta, que es filósofo, y haráuec, que es poeta, los cuales eran muy estimados de los Incas y de todo su Imperio. Tenían consigo muchos de sus discípulos, principalmente los que eran de la sangre real. Yendo del barrio de las escuelas al mediodía, están dos barrios, donde había dos casas reales que salían a la plaza principal. Tomaban todo el lienzo de la plaza; la una de ellas, que estaba al levante de la otra, se decía Coracora; quiere decir: herbazales, porque aquel sitio era un gran herbazal y la plaza que está delante era un tremedal o cenagal, y los Incas mandaron ponerla como está. Lo mismo dice Pedro de Cieza, capítulo noventa y dos. En aquel herbazal fundó el Rey Inca Roca su casa real, por favorecer las escuelas, yendo muchas veces a ellas a oír los maestros. De la casa Coracora no alcancé nada, porque ya en mis tiempos estaba toda por el suelo; cupo en suerte, cuando se repartió la ciudad, a Gonzalo Pizarro, hermano del marqués Don Francisco Pizarro, que fue uno de los que la ganaron. A este caballero conocí en el Cozco después de la batalla de Huarina y antes de la de Sacsahuana; tratábame como a propio hijo: era yo de ocho a nueve años. La casa real, que estaba al poniente de Coracora, se llamaba Cassana, que quiere decir: cosa para helar. Pusiéronle este nombre por admiración, dando a entender que tenía tan grandes y tan hermosos edificios que habían de helar y pasmar al que los mirase con atención. Eran casas del gran Inca Pachacútec, bisnieto de Inca Roca, que, por favorecer las escuelas que su bisabuelo fundó, mandó labrar su casa cerca de ellas. Aquellas dos casas reales tenían a sus espaldas las escuelas. Estaban las unas y las otras todas juntas, sin división. Las escuelas tenían sus puertas principales a la calle y al arroyo; los Reyes pasaban por los postigos a oir las lecciones de sus filósofos, y el Inca Pachacútec las leía muchas veces, declarando sus leyes y estatutos, que fue gran legislador. En mi tiempo abrieron los españoles una calle, que dividió las escuelas de las casas reales; de la que llamaban Cassana alcancé mucha parte de las paredes, que eran de cantería ricamente labrada, que mostraban haber sido aposentos reales, y un hermosísimo galpón, que en tiempo de los Incas, en días lluviosos, servía de plaza para sus fiestas y bailes. Era tan grande que muy holgadamente pudieran sesenta de a caballo jugar cañas dentro en él. Al convento de San Francisco vi en aquel galpón, que porque estaba lejos de lo poblado de los españoles se pasó a él desde el barrio Tococachi, donde antes estaba. En el galpón tenían apartado para iglesia un gran pedazo, capaz de mucha gente; luego estaban las celdas, dormitorio y refectorio y las demás oficinas del convento, y, si estuviera descubierto, dentro pudieran hacer claustro. Dio el galpón y todo aquel sitio a los frailes Juan de Pancorvo, conquistador de los primeros, a quien cupo aquella casa real en el repartimiento que se hizo de las casas; otros muchos españoles tuvieron parte en ellas, mas Juan de Pancorvo las compró todas a los principios, cuando se daban de balde. Pocos años después se pasó el convento donde ahora está, como en otro lugar diremos, tratando de la limosna que los de la ciudad hicieron a los religiosos para comprar el sitio y la obra de la iglesia. También vi derribar el galpón y hacer en el barrio Cassana las tiendas con sus portales, como hoy están, para morada de mercaderes y oficiales.
Delante de aquellas casas, que fueron casas reales, está la plaza principal de la ciudad, llamada Haucaypata, que es andén o plaza de fiestas y regocijos. Tendrá, norte sur, doscientos pasos de largo, poco más o menos, que son cuatrocientos pies; y leste hueste, ciento y cincuenta pasos de ancho hasta el arroyo. Al cabo de la plaza, al mediodía de ella, había otras dos casas reales; la que estaba cerca del arroyo, calle en medio, se llamaba Amarucancha, que es: barrio de las culebras grandes; estaba de frente de Cassana; fueron casas de Huayna Cápac; ahora son de la Santa Compañía de Jesús. Yo alcancé de ellas un galpón grande, aunque no tan grande como el de Cassana. Alcancé también un hermosísimo cubo redondo, que estaba en la plaza, delante de la casa. En otra parte diremos de aquel cubo, que, por haber sido el primer aposento que los españoles tuvieron en aquella ciudad (demás de su gran hermosura), fuera bien que lo sustentaran los ganadores de ella; no alcancé otra cosa de aquella casa real: toda la demás estaba por el suelo. En el primer repartimiento cupo lo principal de esta casa real, que era lo que salía a la plaza, [a] Hernando Pizarro, hermano del marqués Don Francisco Pizarro, que también fue de los primeros ganadores de aquella ciudad. A este caballero vi en la corte de Madrid, año de mil y quinientos y sesenta y dos. Otra parte cupo a Mancio Serra de Leguizamo, de los primeros conquistadores. Otra parte a Antonio Altamirano, al cual conocí dos casas: debió de comprar la una de ellas. Otra parte se señaló para cárcel de españoles. Otra parte cupo a Alonso Mazuela, de los primeros conquistadores; después fue de Martín de Olmos. Otras partes cupieron a otros, de los cuales no tengo memoria. Al oriente de Amarucancha, la calle del Sol en medio, está el barrio llamado Acllahuaci, que es casa de escogidas, donde estaba el convento de las doncellas dedicadas al Sol, de las cuales dimos larga cuenta en su lugar, y de lo que yo alcancé de sus edificios resta decir que en el repartimiento cupo parte de aquella casa a Francisco Mejía, y fue lo que sale al lienzo de la plaza, que también se ha poblado de tiendas de mercaderes. Otra parte cupo a Pedro del Barco y otra parte al Licenciado de la Gama, y otras a otros, de que no me acuerdo.
Toda la población que hemos dicho de barrios y casas reales estaba al oriente del arroyo que pasa por la plaza principal, donde es de advertir que los Incas tenían aquellos tres galpones a los lados y frente de la plaza, para hacer en ellos sus fiestas principales aunque lloviese, los días en que cayesen las tales fiestas, que eran por las lunas nuevas de tales o tales meses y por los solsticios. En el levantamiento general que los indios hicieron contra los españoles, cuando quemaron toda aquella ciudad, reservaron del fuego los tres galpones de los cuatro que hemos dicho, que son el de Collcampata, Cassana y Amarucancha, y sobre el cuarto, que era alojamiento de los españoles, que ahora es iglesia Catedral, echaron innumerables flechas con fuego, y la paja se encendió en más de veinte partes y se volvió [a] apagar, como en su lugar diremos, que no permitió Dios que aquel galpón se quemase aquella noche ni otras muchas noches y días que procuraron quemarlo, que por estas maravillas y otras semejantes que el Señor hizo para que su Fe Católica entrara en aquel Imperio, lo ganaron los españoles. También reservaron el templo del Sol y la casa de las vírgenes escogidas; todo lo demás quemaron, por quemar a los españoles. 

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