CAPÍTULO XIII: DEL ÁRBOL MAGUEY Y DE SUS PROVECHOS

jueves, 23 de mayo de 2013

Capítulo XIII: Del árbol maguey y de sus provechos
Entre estas frutas podremos poner el árbol que los españoles llaman maguey y los indios chuchau, por los muchos provechos que de él se sacan, de los cuales hemos hecho mención en otra parte. Pero el Padre Blas Valera dice otras muchas más virtudes del chuchau, y no es razón que se callen, aunque las diremos más brevemente que Su Paternidad. Dice que es feo a la vista y que el madero es liviano; que tiene una corteza y que son largos de a veinte pies y gruesos como el brazo y como la pierna, el meollo esponjoso y muy liviano, del cual usan los pintores y escultores de imágenes. Las hojas son gruesas y largas de media braza; nacen todas al pie, como las del cardo hortense, y por ende lo llaman los españoles cardón, y las hojas con más propiedad podríamos llamar pencas; tienen espinas también como las hojas del cardo. El zumo de ellas es muy amargo; sirve de quitar las manchas de la ropa y de curar las llagas canceradas o inflamadas y de extirpar los gusanos de las llagas. El mismo zumo, cocido con sus propias raíces en agua llovediza, es muy bueno para quitar el cansancio al que se lavare con ella y para hacer diversos lavatorios medicinales. De las hojas que se sazonan y secan al pie del tronco, sacan cáñamo fortísimo, de que hacen las suelas del calzado y las sogas, jáquimas y cabestros y otras cosas groseras; de las que cortan antes que se sequen (majadas las ponen a las corrientes de los arroyos para que se laven y pierdan la viscosidad que tienen) sacan otro cáñamo menos grosero que el pasado, de que hacían hondas que traían en la cabeza y hacían ropa de vestir donde había falta de lana o de algodón; parecía al anjeo que traen de Flandes o a la estopa más basta que tejen en España; otro cáñamo sacan más sutil que los que hemos dicho, de que hacen muy lindo hilo para redes, con que cazan los pájaros; pónenlas en algunas quebradas angostas, entre cerro y cerro, asidas de un árbol a otro, y ojean por la parte baja los pájaros que hallan; los cuales, huyendo de la gente, caen en las redes, que son muy sutiles y teñidas de verde, para que con el verdor del campo y de los árboles no se parezcan las redes y caigan los pájaros en ellas con más facilidad; hacen las redes largas, de seis, ocho, doce, quince y veinte brazas y más de largo; las hojas del maguey son acanaladas y en ellas se recoge agua llovediza; es provechosa para diversas enfermedades; los indios la cogen y de ella hacen brebaje fortísimo, mezclándola con el maíz o con la quinua o con la semilla del árbol mulli. También hacen de ella miel y vinagre. Las raíces del chuchau muelen, y hacen de ellas panecillos de jabón, con que las indias se lavan las cabezas, quitan el dolor de ellas y las manchas de la cara, crían los cabellos y los ponen muy negros. Hasta aquí es del Padre Blas Valera; sólo añadí yo el largo de las redes, por ser cosa notable y porque él no lo dice. Ahora diremos cómo crían los cabellos y cómo los ennegrecen, que es cosa bárbara y espantable.
Las indias del Perú todas traen el cabello largo y suelto, sin tocado alguno; cuando mucho, traen una cinta ancha como el dedo pulgar con que ciñen la cabeza; si no son las Collas, que, por el mucho frío que en la tierra de ellas hace, la traen cubierta. Son las indias naturalmente amicísimas del cabello muy negro y muy largo, porque lo traen al descubierto; cuando se les pone de color castaño o se les ahorquilla o se les cae al peinar, los cuecen al fuego en una caldera de agua con yerbas dentro; la una de las yerbas debía ser la raíz del chuchau que el Padre Blas Valera dice, que, según yo lo vi hacer algunas veces, más de una echaban; empero, como muchacho y niño, ni pedía cuenta de cuántas eran las yerbas ni cuáles eran. Para meter los cabellos dentro en la caldera, que con los menjurges hervía al fuego, se echaba la india de espaldas; al pescuezo le ponían algún reparo porque el fuego no le ofendiese. Tenían cuenta con que el agua que hervía no llegase a la cabeza, porque no cociese las carnes; para los cabellos que quedaban fuera del agua también los mojaban con ella, para que gozasen de la virtud de las yerbas del cocimiento. De esta manera estaban en aquel tormento voluntario, estoy por decir casi dos horas, aunque como muchacho no lo noté entonces con cuidado para poderlo decir ahora ajustadamente; mas no dejé de admirarme del hecho, por parecerme riguroso contra las mismas que lo hacían. Pero en España he perdido la admiración, viendo lo que muchas damas hacen para enrubiar sus cabellos, que los perfuman con azufre y los mojan con agua fuerte de dorar y los ponen al Sol en medio del día, por los caniculares, y hacen otros condumios que ellas se saben, que no sé cuál es peor y más dañoso para salud, si esto o aquello. Las indias, habiendo hecho otros lavatorios para quitar las horruras del cocimiento, sacaban sus cabellos más negros y más lustrosos que las plumas del cuervo recién mudado. Tanto como esto y mucho más puede el deseo de la hermosura.  

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