CAPÍTULO XIII: DOS CAMINOS FAMOSOS QUE HUBO EN EL PERÚ

sábado, 1 de junio de 2013

Capítulo XIII: Dos caminos famosos que hubo en el Perú
Será justo que en la vida de Huayna Cápac hagamos mención de dos caminos reales que hubo en el Perú a la larga, norte sur, porque se los atribuyen a él: el uno que va por los llanos, que es la costa de la mar, y el otro por la sierra, que es la tierra adentro, de los cuales hablan los historiadores con todo buen encarecimiento, pero la obra fue tan grande que excede a toda pintura que de ella se pueda hacer; y porque yo no pueda pintarlos tan bien como ellos los pintaron, diré lo que cada uno de ellos dice, sacado a la letra. Agustín de Zárate, libro primero, capítulo trece, hablando del origen de los Incas, dice lo que se sigue: "Por la sucesión de estos Ingas vino el señorío a uno de ellos, que se llamó Guainacaba (quiere decir Mancebo Rico), que fue el que más tierras ganó y acrecentó a su señorío y el que más justicia y razón tuvo en la tierra, y la redujo a policía y cultura, tanto que parecía cosa imposible una gente bárbara y sin letras regirse con tanto concierto y orden y tenerle tanta obediencia y amor sus vasallos, que en servicio suyo hicieron dos caminos en el Perú, tan señalados que no es justo que se queden en olvido; porque ninguna de aquellas que los autores antiguos contaron por las siete obras más señaladas del mundo, se hizo con tanta dificultad y trabajo y costa como éstas. Cuando este Guainacaba fue desde la ciudad del Cuzco con su ejército a conquistar la provincia de Quito, que hay cerca de quinientas leguas de distancia, como iba por la sierra tuvo grande dificultad en el pasaje, por causa de los malos caminos y grandes quebradas y despeñaderos que había en la sierra por do iba. Y así, pareciéndoles a los indios que era justo hacerle camino nuevo por donde volviese victorioso de la conquista, porque había sujetado la provincia, hicieron un camino por toda la cordillera, muy ancho y llano, rompiendo e igualando las peñas donde era menester, e igualando y subiendo las quebradas de mampostería; tanto, que algunas veces subían la labor desde quince y veinte estados de hondo, y así dura este camino por espacio de las quinientas leguas. Y dicen que era tan llano cuando se acabó que podía ir una carreta por él, aunque después acá, con las guerras de los indios y de los cristianos, en muchas partes se han quebrado las mamposterías de estos pasos, por detener a los que vienen por ellos, que no puedan pasar. Y verá la dificultad de esta obra quien considerare el trabajo y costa que se ha empleado en España en allanar dos leguas de sierra que hay entre el Espinar de Segovia y Guadarrama, y cómo nunca se ha acabado perfectamente, con ser paso ordinario por donde tan continuamente los Reyes de Castilla pasan con sus casas y corte todas las veces que van o vienen de Andalucía o del reino de Toledo a esta parte de los puertos. Y no contentos con haber hecho tan insigne obra, cuando otra vez el mismo Guainacaba quiso volver a visitar la provincia de Quito, a que era muy aficionado por haberla él conquistado, tornó por los llanos, y los indios le hicieron en ellos otros caminos, de tanta dificultad como el de la sierra, porque en todos los valles donde alcanza la frescura de los ríos y arboledas, que, como arriba está dicho, comúnmente ocupaba una legua, hicieron un camino que casi tiene cuarenta pies de ancho, con muy gruesas tapias del un cabo y del otro y cuatro o cinco tapias en alto; y en saliendo de los valles continuaban el mismo camino por los arenales, hincando palos y estacas por cordel, para que no se pudiese perder el camino ni torcer a un cabo ni a otro, el cual dura las mismas quinientas leguas que el de la sierra; y aunque los palos de los arenales están rompidos en muchas partes, porque los españoles, en tiempo de guerra y de paz, hacían con ellos lumbre, pero las paredes de los valles se están el día de hoy en las más partes enteras, por donde se puede juzgar la grandeza del edificio; y así fue por el uno y vino por el otro Guainacaba, teniéndole siempre, por donde había de pasar, cubierto y sembrado con ramos y flores de muy suave olor". Hasta aquí es de Agustín de Zárate.
Pedro de Cieza de León, hablando en el mismo propósito, dice del camino que va por la sierra lo que se sigue, capítulo treinta y siete: "De Ipiales se camina hasta llegar a una provincia pequeña, que ha por nombre Guaca, y antes de llegar a ella se ve el camino de los Ingas, tan famoso en estas partes como el que Aníbal hizo por los Alpes, cuando bajó a la Italia, y puede ser tenido éste en más estimación, así por los grandes aposentos y depósitos que había en todo él, como por ser hecho con mucha dificultad, por tan ásperas y fragosas sierras, que pone admiración verlo". No dice más Pedro de Cieza del camino de sierra. Pero adelante, en el capítulo sesenta, dice del camino de los llanos lo que se sigue: "Por llevar con toda orden mi escritura, quise, antes de volver a concluir con lo tocante a las provincias de las sierras, declarar lo que se me ofrece de los llanos, pues, como se ha dicho en otras partes, es cosa tan importante.
Y en este lugar daré noticia del gran camino que los Ingas mandaron hacer por mitad de ellos, el cual, aunque por muchos lugares está ya desbaratado y deshecho, da muestra de la grande cosa que fue y del poder de los que lo mandaron a hacer. Guainacapa y Topainga Yupangue, su padre, fueron, a lo que los indios dicen, los que abajaron por toda la costa, visitando los valles y provincias de los yungas, aunque también cuentan algunos de ellos que el Inga Yupangue, abuelo de Guainacapa y padre de Topa Inca, fue el primero que vio la costa y anduvo por los llanos de ella. Y en estos valles y en la costa, los caciques y principales, por su mandato, hicieron un camino tan ancho como quince pies. Por una parte y por otra de él iba una pared mayor que un estado bien fuerte, y todo el espacio de este camino iba limpio y echado por debajo de arboledas, y de estos árboles, por muchas partes, caían sobre el camino ramos de ellos llenos de fruta. Y por todas las florestas andaban en las arboledas muchos géneros de pájaros y papagayos y otras aves". etc. Poco más abajo, habiendo dicho de los pósitos y de la provisión que en ellos había para la gente de guerra, que lo alegamos en otra parte, dice: "Por este camino duraban las paredes que iban por una y otra parte dél, hasta que los indios, con la muchedumbre de arena, no podían armar cimiento. Desde donde, para que no se errase y se conociese la grandeza del que aquello mandaba, hincaban largos y cumplidos palos, a manera de vigas, de trecho en trecho. Y así como se tenía cuidado de limpiar por los valles el camino y renovar las paredes si se arruinaban y gastaban, lo tenían en mirar si algún horcón o palo largo, de los que estaban en las arenales, se caía con el viento, de tornarlo a poner. De manera que este camino, cierto fue gran cosa, aunque no tan trabajoso como el de la sierra. Algunas fortalezas y templos del Sol había en estos valles, como iré declarando en su lugar", etc. Hasta aquí es de Pedro de Cieza de León, sacado a la letra.
Juan Botero Benes también hace mención de estos caminos y los pone en sus Relaciones por cosa maravillosa, y aunque en breves palabras, los pinta muy bien, diciendo: "De esta la ciudad del Cozco hay dos caminos o calzadas reales de dos mil millas de largo, que la una va guiada por los llanos y la otra por las cumbres de los montes, de manera que para hacerlas como están fue necesario alzar los valles, tajar las piedras y peñascos vivos y humillar la alteza de los montes. Tenían de ancho veinte y cinco pies. Obra que sin comparación hace ventaja a las fábricas de Egipto y a los romanos edificios", etc. Todo esto dicen estos tres autores de aquellos dos famosos caminos, que merecieron ser celebrados con los encarecimientos que a cada uno de los historiadores les pareció mayores; aunque todos ellos no igualan a la grandeza de la obra, porque basta la continuación de quinientas leguas, donde hay cuestas de dos, tres y cuatro leguas y más de subida, para que ningún encarecimiento le iguale.
Demás de lo que de ella dicen, es de saber que hicieron en el camino de la sierra, en las cumbres más altas, de donde más tierra se descubría, unas placetas altas, a un lado o a otro del camino, con sus gradas de cantería para subir a ellas, donde los que llevaban las andas descansasen y el Inca gozase de tender la vista a todas partes, por aquellas sierras altas y bajas, nevadas y por nevar, que cierto es una hermosísima vista, porque de algunas partes, según la altura de las sierras por do va el camino, se descubren cincuenta, sesenta, ochenta y cien leguas de tierra, donde se ven puntas de sierras tan largas que parece que llegan al cielo, y, por el contrario, valles y quebradas tan hondas, que parece que van a parar al centro de la tierra. De toda aquella gran fábrica no ha quedado sino lo que el tiempo y las guerras no han podido consumir. Solamente en el camino de los llanos, en los desiertos de los arenales, que los hay muy grandes, donde también hay cerros altos y bajos de arena, tienen hincados a trechos maderos altos, que del uno se vea el otro y sirvan de guías para que no se pierdan los caminantes, porque el rastro del camino se pierde con el movimiento que la arena hace con el viento, porque lo cubre y lo ciega; y no es seguro guiarse por los cerros de arena, porque también ellos se pasan y mudan de una parte a otra, si el viento es recio; de manera que son muy necesarias las vigas hincadas por el camino, para norte de los viandantes; y por esto se han sustentado, porque no podrían pasar sin ellas. 

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