LITERATURA GRIEGA PERIODO ÁTICO - TRAGEDIA

viernes, 1 de noviembre de 2013

Indice - Literatura

LA TRILOGÍA TRÁGICA GRIEGA

ESQUILO
(525-456 a.C)

- Las Suplicantes
- Los persas
- Prometeo encadenado
- Los siete contra Tebas
- La Orestiada


SÓFOCLES
(495-406 a.c)

- Ayax
- Antígona
- Las Traquinias
- Edipo rey
- Electra
- Filóctetes
- Edipo en Colona


EURÍPIDES
(480-406 a.C)

- Medea
- Hipólito
- Hécuba
- Andrómaca
- Las Troyanas
- Las Bacantes
- Ifigenia en Áulide
- Ifigenia en Táuride

Características:

1. Se desarrolló en el Período Ático de la literatura griega, también llamado el "Siglo de Pericles" (s.V - s. IV a.C).
2. La palabra tragedia proviene de dos voces tragos= "piel" de los machos cabríos; y ode="canto", fusionadas significarían "el canto de los machos cabríos".
3. El coro es un elemento central dentro del teatro, integrado originalmente por quienes rendían culto a Dionisios.
4. Tespis es considerado "Precursor de la tragedia". Se sabe que dentro de su teatro, además de la presencia del coro y del corifeo (director de coro) existió un actor.
5. Tuvo una finalidad didáctica.
6. Tuvo como finalidad, según Aristóteles, provocar Catarsis en los espectadores; es decir, la purificación del alma a través del temor y la compasión.
7. Los concursos teatrales ven triunfar sucesivamente a Esquilo, Sófocles y Eurípides; máximos exponentes de la tragedia.


ESQUILO
(525 - 456 a -C)
"Padre de la tragedia Griega"

- Gran extensión de coros, a través de él se exponen ideas centrales.
- Fatalismo, fe en el poder del destino.
- Religiosidad, los dioses dirigen las acciones centrales.
- Personajes poco humanos.
- Incorpora el segundo actor en la escena.
- Introdujo cambios en el escenario (vestuario, máscaras, mantos)

El más antiguo de los grandes trágicos atenienses, impregnó sus obras de una religiosidad quizá inspirada por los cultos solemnes que se celebran en su ciudad natal, próxima a Atenas. Se sabe que en su juventud luchó en las guerras contras los persas, y que luego se dedicó a componer poemas dramáticos para los cultos dionisiacos, agregando a las evoluciones y cánticos del coro la presencia de personajes protagónicos. Sus tragedias fueron muy celebradas y aplaudidas, llegó a obtener trece primeros premios protagónicos. En plena fama, se retiro súbitamente a Sicilia, donde hizo representar algunas obras para el tirano y mecenas Hierón, las causas de este destierro voluntario no se han esclarecido plenamente; no sabemos si es aquí donde muere ya muy anciano.


LA ORESTIADA
Tema: La sangre que rescata la sangre derramada

1. Agamenón: (El asesinato)
El rey de Micenas retorna triunfante de Troya, y es asesinado por su esposa Clitemnestra en venganza por la muerte de su hija Ifigenia, sacrificada nueve años antes para asegurar la victoria en la guerra. Clitemnestra, confabulada con su amante Egisto, también mata a la esclava que Agamenón arrastró hasta sus tierras, la adivina Casandra, princesa troyana.

2. Coéforas: (La venganza de Orestes)
Apolo incentiva a Orestes a que retorne a sus tierras para vengar la muerte del padre, matando a su madre y a Egisto, gracias a la colaboración de su hermana Electra. Luego de los crímenes, la indignación de las Furias, (vengadoras de los crímenes de sangre), se desata para acosar al matricida, perseguido implacablemente.

3. Euménides: (El juicio y el perdón de Orestes)
Orestes, perseguido por las Furias luego de haber matado a su madre, obtiene de la diosa Atenea el favor de ser juzgado por el Areópago, tribunal ateniense, que lo declarará inocente gracias a la intervención del Dios Apolo. Esta absolución pone una vez más de manifiesto la fragilidad del hombre frente a su destino trágico y su sujeción al imperio divino. Así mismo, reafirma la supremacía de la ley del padre impuesta por Zeus.

Al mismo tiempo, aquí se representa el surgimiento de la justicia, sistema que reemplazaría a la tradicional venganza expresada mediante las leyes doctrinarias.

Valoración:
"Esquilo concibe el destino como una fuerza sobrehumana y sobredivina, pero en la cual la voluntad del hombre participa. El dolor, la desdicha y la catástrofe son, en el sentido recto de la palabra, penas que afligen al hombre por traspasar la mesura, es decir, por trasgredir ese límite máximo de expansión de cada ser e intentar ir más allá de sí mismo: ser dios o demonio. Más allá de la mesura, espacio sobre el que cada uno puede desplegarse, brotan la discordancia, el desorden y el caos. Esquilo acepta con entereza la violencia vengativa del destino; mas su piedad es viril, y se rebela contra la suerte del hombre. Ver en el teatro de Esquilo la triste y sombría victoria del destino es olvidar lo que llama Jaeger "la tensión problemática" del soldado de Salamina.

Esa tensión se alivia cuando el dolor se transforma en conciencia del destino. Entonces el hombre accede a la visión de la legalidad cósmica y su desdicha aparece como una parte de la armonía universal. Pagada su penalidad, el hombre se reconcilia con todo. Pero Esquilo no nos da una solución, ni una receta moral o filosófica. Estamos ante un misterio que no aciertan a develar del todo sus palabras, pues si es justo que el hombre pague los gritos de Prometeo, en la escena final de la tragedia contradicen esta creencia: "Eter que haces girar la luz común para todos, viéndome estás cuán sin justicia padezco". Este grito no admite consuelo: es un dardo clavado en el corazón de ese cosmos justo. Nadie puede extraerlo porque simboliza la condición trágica del hombre."
Octavio Paz


SÓFOCLES
(495-406 a.C)
"La Abeja Ática"

- Equilibrio y racionalidad.
- Se debate entre el poder de los dioses y la voluntad de los hombres.
- Sus personajes no son dioses, sino hombres.
- Incorpora el tercer actor. (Triagonista)
- Disminuye la intervención y la importancia del coro.
- Lenguaje elegante.

Sus contemporáneos consideraron a Sófocles como el más grande de los trágicos griegos. Se acerca al teatro como director de coros, y siempre continuó entrenando a coreutas y actores antes del estreno de sus obras. Durante su larga carrera, escribió y llevó a escena más de 130 tragedias, entre ellas el célebre ciclo de la dinastía tebana formado por: Antígona, Electra, Edipo Rey y Edipo en Colona. Renovador profundo de las técnicas dramáticas de su tiempo, consolida la presencia de un tercer intérprete o agonista, que tercia en el diálogo entre el protagonista y el antagonista, lo que motiva que los actores pasen a ser el centro de la representación, desplazando al coro a un papel secundario, aunque aún importante. Se le atribuye también la invención del decorado y el perfeccionamiento de otros recursos escénicos como los coturnos que elevaban la estatura de los actores, y las máscaras con la boca en forma de bocina. En ese sentido Sófocles, que también componía la música de sus obras, era más un hombre de teatro que un literato.

Sófocles se diferencia de Esquilo por su tratamiento más humanizado de los personajes, hombres y mujeres en cuya suerte, siempre marcada por el destino, intervienen también sus propias pasiones y obsesiones personales. Sin embargo, estos caracteres alcanzarán el rango de arquetipos, como evidentemente ha sucedido con las figuras de Electra y Edipo.


EDIPO REY
Tema: El hombre no puede escapar de su destino.
Acción principal: La búsqueda del asesino de Layo por parte de Edipo.

Edipo es uno de los personajes más famosos de la mitología griega. La esencia de la leyenda de Edipo es el drama de un hombre al que el destino lleva a matar a su padre y desposarse con su madre. Varias tragedias están inspiradas en su historia, la más célebre es Edipo Rey de Sófocles.

Edipo, rey de Tebas, se encuentra frente a su pueblo, intenta calmar los ánimos de quienes le reclaman sobre la peste que causa mortandad en dicha ciudad. Edipo, rey justo y preocupado por el bienestar de su pueblo, manda a su cuñado Creonte hacia el oráculo de Delfos para averiguar la causa de tan terrible infortunio. El oráculo revela que la peste no cesará mientras no se castigue al culpable del asesinato de Layo, rey que precedió a Edipo en el trono de Tebas. Edipo inicia las averiguaciones, interrogando en primer lugar a Tiresias, un anciano adivino, a quien finalmente arroja de su presencia sin creer en sus palabras, que no hacen más que revelar la terrible verdad.

Progresivamente Edipo se irá acercando a la verdad, sobretodo a partir de su diálogo con Yocasta; esta le revela las circunstancias en que su anterior esposo, Layo, encontró la muerte, cuando un viajero atacó la carroza en que iba viajando con algunos acompañantes, en medio del cruce de tres caminos, en unas tierras llamadas Fócide. Luego, con las declaraciones de un mensajero que viene desde Corinto anunciando la muerte de Pólibo, supuesto padre de Edipo; y las de un criado que desde hace mucho tiempo vive en la región de Tebas, el misterio será develado ante el rey, como se lo anunciara el oráculo hace algún tiempo: ha matado a su padre (Layo), y se ha casado con su madre (Yocasta) con quien además ha engendrado ya cuatro hijos.

Yocasta advierte la verdad acerca de la identidad de Edipo, instantes antes que este tome real conciencia de ello, ha huido de su presencia y se ha refugiado en el interior del palacio. Más tarde, Edipo hace lo mismo, ya al salir frente al escenario tiene vacía la cuenca de sus ojos, los mismos que ha herido con los broches que Yocasta tenía en su pecho. Yocasta, nos lo cuenta Edipo enceguecido, se había provocado la muerte ahorcándose con sus propias trenzas. Al infortunado rey solo le queda padecer el peor de los castigos: el destierro. La obra culmina cuando Edipo encarga a Creonte el cuidado de sus hijos.
Posteriormente, Edipo ingresa al palacio y el coro alecciona.

Importancia: Concebida en la época de esplendor cultural de Atenas, Edipo Rey es la tragedia griega más conocida y más representada hasta nuestros días. Su protagonista se ha constituído en símbolo de la ambigüedad de los actos humanos, en el arquetipo de la sicología masculina y en un mito dramático universal. La leyenda de Edipo comienza cuando su padre, Layo rey de Tebas, ordena su muerte porque una profecía le ha advertido que morirá a manos del hijo que acaba de nacer. Pero el niño se salva, y es adoptado por los reyes de Corinto. En su juventud, Edipo consulta a otro oráculo, que le vaticina que ha de matar a su padre y casarse con su madre. Huye de Corinto para eludir la fatalidad, pero mata a Layo en una disputa camino a Tebas. Allí es elegido rey y desposa a su madre viuda, Yocasta. La tragedia de Sofócles que se inicia con Edipo en el trono y con Tebas diezmada por la peste, reconstruye la historia del infortunado rey, quien acaba creyendo que el mal que azota a la ciudad es consecuencia de sus culpas, como hijo incestuoso y parricida. La revelación progresiva de esta verdad, sienta un modelo para posteriores historias de suspenso.

Valoración:
"Para Sófocles, la acción trágica no implica sólo la soberanía del destino sino la activa participación del hombre en el cumplimiento de la justicia cósmica. La resignación es innoble si no se transforma en conciencia del dolor. Y por el dolor se llega a la visión trágica.

La tragedia no predica la resignación inconsciente, sino la voluntaria aceptación del destino. En él y frente a él se afirma el temple humano y sólo en ese "sí" la libertad humana se reconcilia con la fatalidad exterior. Gracias a la aceptación trágica del héroe, el coro puede decir a Edipo. "Los dioses que hirieron, se levantarán de nuevo". En estas palabras de Sófocles hay una respuesta al grito de Prometeo apenas el destino se hace conciencia, se transforma y cesa la pena.

Octavio Paz


EURIPIDES
(485-406 a. C)
"El más trágico de los trágicos"

- Predominio de la subjetividad.
- Las pasiones imperan sobre la moral.
- Poca intervención del coro.
- Lenguaje sencillo.
- Personajes totalmente humanos: humaniza la tragedia

Valoración:
"Eurípides es el primero que se atreve, abiertamente, a preguntarse sobre la santidad
y justicia de la legalidad cósmica.

La culpa deja de ser una maldición objetiva, y se convierte en un concepto subjetivo y psicológico. El destino es loco, caprichoso e injusto, nos dicen los héroes de Eurípides.

[.....] Apenas se niega la justicia del Destino, pierde también justificación el dolor y el caos regresa. El hombre ante la invasión del azar, no puede hacer sino refugiarse en sí mismo o crearse una ciudad ideal".

Octavio Paz


LECTURA - FRAGMENTO "EDIPO REY"

(Entra Tiresias con los enviados por Edipo. Un niño le acompaña.)

CORIFEO.- Pero ahí está el que lo dejará al descubierto. Éstos traen ya aquí al sagrado adivino, al único de los mortales en quien la verdad es innata.

EDIPO.- ¡Oh Tiresias, que todo lo manejas, lo que debe ser enseñado y lo que es secreto, los asuntos del cielo y los terrenales! Aunque no ves, comprendes, sin embargo, de qué mal es víctima nuestra ciudad. A ti te reconocemos como único defensor y salvador de ella, señor. Porque Febo, si es que no lo has oído a los mensajeros, contestó a nuestros embajadores que la única liberación de esta plaga nos llegaría si, después de averiguarlo correctamente, dábamos muerte a los asesinos de Layo o les hacíamos salir desterrados del país. Tú, sin rehusar ni el sonido de las aves ni ningún otro medio de adivinación, sálvate a ti mismo y a la ciudad y sálvame a mí, y líbranos de toda impureza originada por el muerto. Estamos
en tus manos. Que un hombre preste servicio con los medios de que dispone y es capaz, es la más bella de las tareas.

TIRESIAS.- ¡Ay, ay! ¡Qué terrible es tener clarividencia cuando no aprovecha al que la tiene! Yo lo sabía bien, pero lo he olvidado, de lo contrario no hubiera venido aquí.

EDIPO.- ¿Qué pasa? ¡Qué abatido te has presentado!

TIRESIAS.- Déjame ir a casa. Más fácilmente soportaremos tú lo tuyo y yo lo mío si me haces caso.

EDIPO.- No hablas con justicia ni con benevolencia para la ciudad que te alimentó, si la privas de tu augurio.

TIRESIAS.- Porque veo que tus palabras no son oportunas para ti. ¡No vaya a ser que a mí me pase lo mismo...!

(Hace ademán de retirarse.)

EDIPO.- No te des la vuelta, ¡por los dioses!, si sabes algo, ya que te lo pedimos todos los que estamos aquí como suplicantes.

TIRESIAS.- Todos han perdido el juicio. Yo nunca revelaré mis desgracias, por no decir las tuyas.

EDIPO.- ¿Qué dices? ¿Sabiéndolo no hablarás, sino que piensas traicionarnos y destruir a la ciudad?

TIRESIAS.- Yo no quiero afligirme a mí mismo ni a ti. ¿Por qué me interrogas inútilmente? No te enterarás por mí.

EDIPO.- ¡Oh el más malvado de los malvados, pues tú llegarías a irritar, incluso, a una roca! ¿No hablarás de una vez, sino que te vas a mostrar así de duro e inflexible?

TIRESIAS.- Me has reprochado mi obstinación, y no ves la que igualmente hay en ti, y me censuras.

EDIPO.- ¿Quién no se irritaría al oír razones de esta clase con las que tú estás perjudicando a nuestra ciudad?

TIRESIAS.- Llegarán por sí mismas, aunque yo las proteja con el silencio.

EDIPO.- Pues bien, debes manifestarme incluso lo que está por llegar.

TIRESIAS.- No puedo hablar más. Ante esto, si quieres irrítate de la manera más violenta.

EDIPO.- Nada de lo que estoy advirtiendo dejaré de decir, según estoy de encolerizado. Has de saber que parece que tú has ayudado a maquinar el crimen y lo has llevado a cabo en lo que no ha sido darle muerte con tus manos. Y si tuvieras vista, diría que, incluso, este acto hubiera sido obra de ti solo.

TIRESIAS.- ¿De verdad? Y yo te insto a que permanezcas leal al edicto que has proclamado antes y a que no nos dirijas la palabra ni a éstos ni a mí desde el día de hoy, en la idea de que tú eres el azote impuro de esta tierra.

EDIPO.- ¿Con tanta desvergüenza haces esta aseveración? ¿De qué manera crees poderte escapar a ella?

TIRESIAS.- Ya lo he hecho. Pues tengo la verdad como fuerza.

EDIPO.- ¿Por quién has sido enseñado? Pues, desde luego, de tu arte no procede.

TIRESIAS.- Por ti, porque me impulsaste a hablar en contra de mi voluntad.

EDIPO.- ¿Qué palabras? Dilo, de nuevo, para que aprenda mejor.

TIRESIAS.- ¿No has escuchado antes? ¿O es que tratas de que hable?

EDIPO.- No como para decir que me es comprensible. Dilo de nuevo.

TIRESIAS.- Afirmo que tú eres el asesino del hombre acerca del cual están investigando.

EDIPO.- No dirás impunemente dos veces estos insultos.

TIRESIAS.- En ese caso, ¿digo también otras cosas para que te irrites aún más?

EDIPO.- Di cuanto gustes, que en vano será dicho.

TIRESIAS.- Afirmo que tú has estado conviviendo muy vergonzosamente, sin advertirlo, con los que te son más queridos y que no te das cuenta en qué punto de desgracia estás.

EDIPO.- ¿Crees tú, en verdad, que vas a seguir diciendo alegremente esto?

TIRESIAS.- Sí, si es que existe alguna fuerza en la verdad.

EDIPO.- Existe, salvo para ti. Tú no la tienes, ya que estás ciego de los oídos, de la mente y de la vista.

TIRESIAS.- Eres digno de lástima por echarme en cara cosas que a ti no habrá nadie que no te reproche pronto.

EDIPO.- Vives en una noche continua, de manera que ni a mí, ni a ninguno que vea la luz, podrías perjudicar nunca.

TIRESIAS.- No quiere el destino que tú caigas por mi causa, pues para ello se basta Apolo, a quien importa llevarlo a cabo.

EDIPO.- ¿Esta invención es de Creonte o tuya?

TIRESIAS.- Creonte no es ningún dolor para ti, sino tú mismo.

EDIPO.- ¡Oh riqueza, poder y saber que aventajas a cualquier otro saber en una vida llena de encontrados intereses! ¡Cuánta envidia acecha en ustedes, si, a causa de este mando que la ciudad me confió como un don -sin que yo lo pidiera-, Creonte, el que era leal, el amigo desde el principio, desea expulsarme deslizándose a escondidas, tras sobornar a semejante hechicero, maquinador y charlatán engañoso, que sólo ve en las ganancias y es ciego en su arte! Porque, ¡ea!, dime, ¿en qué fuiste tú un adivino infalible? ¿Cómo es que no dijiste alguna palabra que liberara a estos ciudadanos cuando estaba aquí la perra cantora Y, ciertamente, el enigma no era propio de que lo discurriera cualquier persona que se presentara, sino que requería arte adivinatoria que tú no mostraste tener, ni procedente de las aves ni conocida a partir de alguno de los dioses. Y yo, Edipo, el que nada sabía, llegué y la hice callar consiguiéndolo por mi habilidad, y no por haberlo aprendido de los pájaros. A mí es a quien tú intentas echar, creyendo que estarás más cerca del trono de Creonte. Me parece que tú y el que ha urdido esto tendrán que lograr la purificación entre lamentos. Y si no te hubieses hecho valer por ser un anciano, hubieras conocido con sufrimientos qué tipo de sabiduría tienes.

CORIFEO.- Nos parece adivinar que las palabras de éste y las tuyas, Edipo, han sido dichas a impulsos de la cólera. Pero no debemos ocuparnos en tales cosas, sino en cómo resolveremos los oráculos del dios de la mejor manera.

TIRESIAS.- Aunque seas el rey, se me debe dar la misma oportunidad de replicarte, al menos con palabras semejantes. También yo tengo derecho a ello, ya que no vivo sometido a ti sino a Loxias, de modo que no podré ser inscrito como seguidor de Creonte, jefe de un partido. Y puesto que me has echado en cara que soy ciego, te digo: aunque tú tienes vista, no ves en qué grado de desgracia te encuentras ni dónde habitas ni con quiénes transcurre tu vida. ¿Acaso conoces de quiénes desciendes? Eres, sin darte cuenta, odioso para los tuyos, tanto para los de allí abajo como para los que están en la tierra, y la maldición que por dos lados te golpea, de tu madre y de tu padre, con paso terrible te arrojará, algún día, de esta tierra, y tú, que ahora ves claramente, entonces estarás en la oscuridad. ¡Qué lugar no será refugio de tus gritos!, ¡qué Citerón no los recogerá cuando te des perfecta cuenta del infausto matrimonio en el que tomaste puerto en tu propia casa después de conseguir una feliz navegación! Y no adviertes la cantidad de otros males que te igualarán a tus hijos. Después de esto, ultraja a Creonte y a mi palabra. Pues ningún mortal será aniquilado nunca de peor forma que tú.

EDIPO.- ¿Es que es tolerable escuchar esto de ése? ¡Maldito seas! ¿No te irás cuanto antes? ¿No te irás de esta casa, volviendo por donde has venido?

TIRESIAS.- No hubiera venido yo, si tú no me hubieras llamado.

EDIPO.- No sabía que ibas a decir necedades. En tal caso, difícilmente te hubiera hecho venir a mi palacio.

Tiresias.- Yo soy tal cual te parezco, necio, pero para los padres que te engendraron era juicioso.

EDIPO.- ¿A quiénes? Aguarda. ¿Qué mortal me dio el ser?

TIRESIAS.- Este día te engendrará y te destruirá.

EDIPO.- ¡De qué modo enigmático y oscuro lo dices todo!

TIRESIAS.- ¿Acaso no eres tú el más hábil por naturaleza para interpretarlo?

EDIPO.- Échame en cara, precisamente, aquello en lo que me encuentras grande.

TIRESIAS.- Esa fortuna, sin embargo, te hizo perecer.

EDIPO.- Pero si salvo a esta ciudad, no me preocupa.

TIRESIAS.- En ese caso me voy. Tú, niño, condúceme.

EDIPO.- Que te lleve, sí, porque aquí, presente, eres un molesto obstáculo; y, una vez fuera, puede ser que no atormentes más.

TIRESIAS.- Me voy, porque ya he dicho aquello para lo que vine, no porque tema tu rostro. Nunca me podrás perder. Y te digo: ese hombre que, desde hace rato, buscas con amenazas y con proclamas a causa del asesinato de Layo, está aquí. Se dice que es extranjero establecido aquí, pero después saldrá a la luz que es tebano por su linaje y no se complacerá de tal suerte. Ciego, cuando antes tenía vista, y pobre, en lugar de rico, se trasladará a tierra extraña tanteando el camino con un bastón. Será manifiesto que él mismo es, a la vez, hermano y padre de sus propios hijos, hijo y esposo de la mujer de la que nació y de la misma raza, así como asesino de su padre. Entra y reflexiona sobre esto. Y si me coges en mentira, di que yo ya no tengo razón en el arte adivinatorio.

(Tiresias se aleja y Edipo entra en palacio.)

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