EL ROMANTICISMO

jueves, 3 de abril de 2014

Indice - Literatura

I. DEFINICIÓN

El Romanticismo es un movimiento que surge en Europa, tiene sus inicios en Inglaterra y Alemania y alcanza su mayor esplendor en Francia durante la primera mitad del S. XIX (1800 - 1850), sin embargo este movimiento llega al Perú con cierto retraso, a mediados del mismo siglo, como un reflejo e imitación del romanticismo europeo. Se imita las voces poéticas de Espronceda, Byron, Hugo, Heine y Leopardi. Nuestro romanticismo no tuvo un carácter revolucionario creativo y original como lo fue el europeo, salvo la obra de Ricardo Palma y Salaverry, todo no fue más que una mera imitación del romanticismo importado del viejo continente.

En el ámbito latinoamericano, el romanticismo tiene su punto de partida en Argentina con Esteban Echeverría y su obra Elvira o la novia del Plata, otros autores importantes allí fueron Domingo Faustino Sarmiento (Facundo) y José Hernández (Martín Fierro), todos ellos relacionados con el denominado Romanticismo social, propiciado esencialmente como reacción ante la dictadura rosista (Juan Manuel Rosas fue el dictador). Otra variante del romanticismo proveniente de Europa fue el romanticismo sentimental o idílico que tiene como máximo exponente al colombiano Jorge Isaacs, autor de María. En el caso peruano es exponente de esta variante el piurano Carlos Augusto Salaverry. Finalmente, se dio el romanticismo historicista que tuvo como representante al peruano Ricardo Palma Soriano.

Como ya se ha adelantado, en el Perú, el romanticismo se manifestó en su faceta menos comprometida con la realidad política y social, como si se dio en Argentina por ejemplo. Algunos de los factores fueron que aquí se desarrolló una suerte de aparente bonanza financiada por la explotación del guano de las islas y el manejo populista de la política nacional, sobre todo en la etapa de Ramón Castilla, quien con su sagacidad ya famosa se las ingenió para crear una situación de progresismo y vanguardia con respecto de los demás países vecinos. Por lo tanto, la literatura se supeditó a recrear y elogiar las cosas agradables de la vida. Incluso Palma llegó a sostener que la literatura no debía "contaminarse" de elementos políticos en absoluto.

II. CARACTERÍSTICAS

1. Predominio del sentimiento, la imaginación y la fantasía sobre la razón.
2. Se opone a la rigidez del neoclasicismo.
3. Exaltación del YO individual del escritor.
4. Es eminentemente subjetivo.
5. Proclama la libertad de creación
6. Apego por lo popular.

III. EXPONENTES

- Luis Benjamín Cisneros : Alfredo el Sevillano", "Julia".
- Manuel Nicolás Corpancho: "El Poeta Cruzado", "El Templario".
- José Arnaldo Márquez: "La Bandera de Ayacucho", "La familia del mendigo"
- Pedro Paz Soldán (Seudónimo: Juan de Arona): "Diccionario de peruanismos", "Sonetos y Chispazos", "Ruinas".
- Ricardo Palma Soriano: "Tradiciones Peruanas".
- Carlos Augusto Salaverry: "Cartas a un ángel".


CARLOS AUGUSTO SALAVERRY (Piura, 1830 - París, 1891)
"El ruiseñor del Chira", "El sucesor de Segura"

1. Hijo ilegítimo del caudillo militar Felipe Santiago Salaverry.
2. Se dedicó a la carrera militar en un inicio, pero posteriormente se dedicó a la carrera diplomática y paralelamente a la literatura.
3. Es respetuoso de las formas clásicas. Utilizó el soneto, la oda y el verso endecasílabo.
4. Su poesía tiene un tono melancólico, triste y nostálgico; pues está ligado al romanticismo sentimental inspirado en Bécquer, Heine y Víctor Hugo.
5. La temática central de su obra es el amor y el dolor.
6. Se estableció tempranamente en Francia, en su calidad de diplomático, y se adaptó al pensamiento europeo a cabalidad.
7. En vida, su obra fue valorada fundamentalmente por su producción dramática, tanto así que fue considerado como "El sucesor de Segura", siendo su obra más importante el drama Atahualpa.
8. Murió paralítico en París.

OBRA

A. POESÍA:

- Albores y Destellos (1871).
- Misterios de la Tumba (1883).
- Cartas a un Ángel (1890).
Es su obra lírica más importante, destaca en ella el célebre poema elegiaco "Acuérdate de mí", de marcada
inspiración becqueriana. Compuesta en nueve estancias, es un canto de lamentaciones por la soledad y el
abandono propiciado por la amada ausente para siempre.
- Diamantes y Perlas (1899).

B. TEATRO

- "Atahualpa".
- "El hombre del siglo XX".
- "El bello ideal".
- "El amor y el oro".

ACUÉRDATE DE MÍ

¡Oh, cuánto tiempo silenciosa el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmóvil, ya no cuenta
las horas que se van!
¡Ni siente los minutos cadenciosos
al golpe igual del corazón que adora,
aspirando la magia embriagadora
de tu amoroso afán!
¡Ya no late, ni siente, ni aún respira
petrificada el alma allá en lo interno;
tu cifra de mármol con buril eterno
queda grabada en mí!
¡Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto;
muerto para el amor y la ventura,
está en tu corazón mi sepultura
y el cadáver aquí!
En este corazón ya enmudecido
cual la ruina de un templo silencioso,
vacío, abandonado, pavoroso,
sin luz y sin rumor:
embalsamadas ondas de armonía
elévanse un tiempo en sus altares:
y vibraban melódicos cantares
los ecos de tu amor!
¡Parece ayer!.. De nuestros labios mudos
el suspiro de ¡Adiós! Volaba al cielo,
y escondías la faz en tu pañuelo
para mejor llorar!
Hoy... nos apartan los profundos senos
de dos inmensidades que has querido,
y es más triste y más hondo el de tu olvido
que el abismo del mar.
Pero ¿Qué es este mar? ¿Qué es el espacio?
que la distancia ni los altos montes?
¿Ni qué son esos turbios horizontes
que miro desde aquí;

Si a través del espacio y de las cumbres,
de ese ancho mar y de ese firmamento,
vuela por el azul mi pensamiento
y vive junto a ti?
Si yo tus alas invisibles veo,
te llevo dentro el alma estás conmigo
tu sombra soy, y a donde vas te sigo
de tus huellas en pos!
Y en vano intentan que mi nombre olvides,
nacieron nuestras almas enlazadas,
y en el mismo crisol purificadas
por la mano de Dios!
Tú eres la misma aún; cual otros días
suspéndense tus brazos de mi cuello;
veo tu rostro apasionado y bello
mirarme y sonreír.
Aspiro de tus labios el aliento
como el perfume de claveles rojos,
y brilla siempre en tus azules ojos
mi sol, mi porvenir
Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido;
mi nombre está en la atmósfera, en la brisa,
y ocultas al través de tus sonrisa
lágrimas de dolor;
pues mi recuerdo tu memoria asalta,
y a pesar tuyo por mi amor suspiras,
y hasta el ambiente mismo que respiras
te repite ¡mi amor!
¡Oh! Cuando vea en la desierta playa
con mi tristeza y mi dolor a solas
el vaivén incesante de las olas
me acordaré de ti;
Cuando veas que un ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo;
buscando un nido entre el mar y el cielo
¡Acuérdate de mí!
(De Cartas a un Ángel)


RICARDO PALMA SORIANO (Lima, 1833 - 1919)
"El bibliotecario mendigo"

1. Nació en Lima en el seno de una familia criolla. Sus padres fueron mulatos.
2. No se tienen muchas noticias certeras de sus primeros años. Sólo se maneja la tesis de que su educación fue bastante convencional, pero que él por cuenta propia se encargó de enriquecerse con lecturas de los variados géneros.
3. Su primera aparición en la escena de la historia peruana se da con su participación en el Combate del Dos de Mayo de 1866 bajo las órdenes de José Gálvez.
4. Fue secretario de José Balta, pues siempre tuvo participación en la vida política de su momento.
5. Participó en la defensa de Lima durante la guerra con Chile, y participó en la batalla de Miraflores, situación en la que perdió su casa y con ella su valiosa biblioteca. Allí, se perdieron también los manuscritos de una novela histórica que estaba por publicar: Los marañones.
6. Tras la guerra con Chile, asumió la dirección de la Biblioteca Nacional del Perú.
7. Se ganó el apelativo de "Bibliotecario mendigo" a raíz de la forma que tuvo de pedir donaciones de libros para la biblioteca que los chilenos habían desmantelado casi por completo en el conflicto del Pacífico.
8. Tuvo como encarnizado rival a Manuel González Prada, quien inicialmente había sido su discípulo.
9. Fue un autor e intelectual muy prolífico. Cultivó todos los géneros existentes en su época: Lingüística, historia, teoría literaria, lírica, teatro, novela, e incluso inventó una especie narrativa conocida como tradición.
10. En 1892, asistió como representante peruano a las celebraciones en España por el cuarto centenario del Descubrimiento de América.

Características de su obra:

1. Perfecciona la tradición.
2. La tradición es un relato breve y ameno, que combina el cuento, la leyenda, la crónica, la historia y el artículo de costumbres.
3. Formalmente es la mezcla de historia y ficción con un fin anecdótico. Utiliza un lenguaje coloquial lleno de aforismos y frases populares, con mucha ironía.
4. La tradición creada por Palma no se amolda a los géneros conocidos.
5. Las primeras tradiciones están cargadas de un sentimiento romántico y se sitúan en momentos cercanos al presente del autor o en el pasado incaico. En la época del 60, su interés se orienta hacia la colonia e incorpora el humor. La mayor parte, así como las mejores tradiciones, son las ambientadas en la colonia o en los primeros tiempos de la República.

A. POESÍA
* "Poesías".
* "Armonías".
* "Pasionarias".
* "Verbos y Gerundios".

B. TEATRO
* "Rodil".
* "La hermana del verdugo".
* "La muerte o la libertad".

C. CRÍTICA LITERARIA
* "La bohemia de mi tiempo".

D. OBRAS FILOLÓGICAS
* "Neologismos y Americanismos".
* "Papeletas Lexicográficas".

E. OBRAS HISTÓRICAS
* "Anales de la Inquisición de Lima".
* "Monteagudo y Sánchez Carrión".

F. OBRAS NARRATIVAS
* "Los Marañones".
* "Tradiciones Peruanas" son en número de 453 tradiciones; la primera, "Consolación", es de 1851; la última "Una visita al Mariscal Santa Cruz" data de 1915.

LA POESÍA

"¡Es arte del demonio o brujería
este de escribir versos?" –le decía
no sé si a Campoamor o a Víctor Hugo
un mozo de Chirumen, muy sin jugo
"Enséñeme, maestro, a hacer siquiera
una oda chapucera"
"Es preciso no estar en sus cabales
para que un hombre aspire a ser poeta,
pero en fin es sencilla la receta.
Forme usted línea de medidas iguales
luego en fila las junta
poniendo consonantes en la punta"
!¿Y en medio?" ¿En el medio? ¡Ese es el cuento!
Hay que poner talento".
(De "Verbos y Gerundios")


LECTURA

El Cristo de la Agonía TRADICIÓN RICARDO PALMA
(Al doctor Alcides Destruge)

San Francisco de Quito, fundada en agosto de 1534 sobre las ruinas de la antigua capital de los Scyris, posee hoy una población de 70.000 habitantes y se halla situada en la falda oriental del Pichincha o monte que hierve.
El Pichincha descubre a las investigadoras miradas del viajero dos grandes cráteres, que sin duda son resultado de sus vanas erupciones. Presenta tres picachos o respiraderos notables, conocidos con los nombres del Rucu-Pichincha o Pichincha Viejo, el Guagua-Pichincha o Pichincha Niño, y el Cundor-Guachana o Nido de Cóndores. Después del Sangay, el volcán más activo del mundo y que se encuentra en la misma patria de los Scyris, a inmediaciones de Riobamba, es indudable que el Rucu-Pichincha es el volcán más temible de América. La historia nos ha transmitido sólo la noticia de sus erupciones en 1534, 1539, 1577, 1588, 1660 y 1662. Casi dos siglos habían transcurrido sin que sus torrentes de lava y rudos estremecimientos esparciesen el luto y la desolación, y no faltaron geólogos que creyesen que era ya un volcán sin vida. Pero el 22 de marzo de 1859 vino a desmentir a los sacerdotes de la ciencia. La pintoresca Quito quedó entonces casi destruida. Sin embargo, como el cráter principal del Pichincha se encuentra al Occidente, su lava es lanzada en dirección de los desiertos de Esmeraldas, circunstancia salvadora para la ciudad que sólo ha sido víctima de los sacudimientos del gigante que la sirve de atalaya. De desear sería, no obstante, para el mayor reposo de su moradores, que se examinase hasta qué punto es fundada la opinión del barón de Humboldt, quien afirma que el espacio de seis mil trescientas millas cuadradas alrededor de Quito encierra las materias inflamables de un solo volcán.

Para los hijos de la América republicana, el Pichincha simboliza una de las más bellas páginas de la gran epopeya de la revolución. A las faldas del volcán tuvo lugar, el 24 de mayo de 1822, la sangrienta batalla que afianzó para siempre la independencia de Colombia.

¡Bendita seas, patria de valientes, y que el del porvenir te reserve horas más felices que las que forman tu presente! A orillas del pintoresco Guayas me has brindado hospitalario asilo en los días de la proscripción y del infortunio. Cumple a la gratitud del peregrino no olvidar nunca la fuente que apagó su sed, la palmera que le brindó frescor y sombra, y el dulce oasis donde vio abrirse un horizonte a su esperanza.

Por eso vuelvo a tomar mi pluma de cronista para sacar del polvo del olvido una de tus más bellas tradiciones, el recuerdo de uno de tus hombres más ilustres, la historia del que con las inspiradas revelaciones de su pincel alcanzó los laureles del genio, como Olmedo con su homérico canto la inmortal corona del poeta.

II

Ya lo he dicho. Voy a hablaros de un pintor, de Miguel de Santiago.
El arte de la pintura, que en los tiempos coloniales ilustraron Antonio Salas, Gorívar, Morales y Rodríguez, está encarnado en los magníficos cuadros de nuestro protagonista, a quien debe considerarse como el verdadero maestro de la escuela quiteña. Como las creaciones de Rembrandt y de la escuela flamenca se distinguen por la especialidad de las sombras, por cierto misterioso claroscuro y por la feliz disposición de los grupos, así la escuela quiteña se hace notar por la viveza del colorido y la naturalidad. No busquéis en ella los refinamientos del arte, no pretendáis encontrar gran corrección en las líneas de sus Madonnas; pero si amáis lo poético como el cielo azul de nuestros valles, lo melancólicamente vago como el yaraví que nuestros indios cantan acompañados de las sentimentales armonías de la quena, contemplad en nuestros días las obras de Rafael Salas, Cadenas o Carrillo.

El templo de la Merced, en Lima, ostenta hoy con orgullo un cuadro de Anselmo Yáñez. No se halla en sus detalles el estilo quiteño en toda su extensión; pero el conjunto revela bien que el artista fue arrastrado en mucho por el sentimiento nacional.

El pueblo quiteño tiene el sentimiento del arte. Un hecho bastará a probarlo. El convento de San Agustín adorna sus claustros con catorce cuadros de Miguel de Santiago, entre los que sobresale uno de grandes dimensiones, titulado La genealogía del santo Obispo de Hipona. Una mañana, en 1857, fue robado un pedazo del cuadro que contenía un hermoso grupo. La ciudad se puso en alarma y el pueblo todo se constituyó en pesquisidor. El cuadro fue restaurado. El ladrón había sido un extranjero comerciante en pinturas.

Pero ya que, por incidencia, hemos hablado de los catorce cuadros de Santiago que se conservan en San Agustín, cuadros que se distinguen por la propiedad del colorido y la majestad de la concepción, esencialmente el del Bautismo, daremos a conocer al lector la causa que los produjo y que, como la mayor parte de los datos biográficos que apuntamos sobre este gran artista, la hemos adquirido de un notable artículo que escribió el poeta ecuatoriano don Juan León Mera.

Un oidor español encomendó a Santiago que le hiciera su retrato. Concluido ya, partió el artista para un pueblo llamado Guápulo, dejando el retrato al sol para que se secara, y encomendando el cuidado de él a su esposa. La infeliz no supo impedir que el retrato se ensuciase, y llamó al famoso pintor Gorívar, discípulo y sobrino de Miguel, para que reparase el daño. De regreso Santiago, descubrió en la articulación de un dedo que otro pincel había pasado sobre el suyo. Confesáronle la verdad.

Nuestro artista era de un geniazo más atufado que el mar cuando le duele la barriga y le entran retortijones. Encolerizóse con lo que creía una profanación, dio de cintarazos a Gorívar y rebanó una oreja a su pobre consorte. Acudió el oidor y lo reconvino por su violencia. Santiago, sin respeto a las campanillas del personaje, arremetióle también a estocadas. El oidor huyó y entabló acusación contra aquel furioso. Este tomó asilo en la celda de un fraile; y durante los catorce meses que duró su escondite pintó los catorce cuadros que embellecen los claustros agustinos. Entre ellos merece especial mención, por el diestro manejo de las tintas, el titulado Milagro del peso de las ceras. Se afirma que una de las figuras que en él se hallan es el retrato del mismo Miguel de Santiago.

III

Cuando Miguel de Santiago volvió a aspirar el aire libre de la ciudad natal, su espíritu era ya presa del ascetismo de su siglo. Una idea abrasaba su cerebro: trasladar al lienzo la suprema agonía de Cristo.

Muchas veces se puso a la obra; pero, descontento de la ejecución, arrojaba la paleta y rompía el lienzo. Mas no por esto desmayaba en su idea.

La fiebre de la inspiración lo devoraba; y si embargo, su pincel era rebelde para obedecer a tan poderosa inteligencia y a tan decidida voluntad. Pero el genio encuentra el medio de salir triunfador.

Entre los discípulos que frecuentaban el taller hallábase un joven de bellísima figura. Miguel creyó ver en él el modelo que necesitaba para llevar a cumplida realización su pensamiento.

Hízolo desnudar, y colocólo en una cruz de madera. La actitud nada tenía de agradable ni de cómoda. Sin embargo, en el rostro del joven se dibujaba una ligera sonrisa.

Pero el artista no buscaba la expresión de la complacencia o del indiferentismo, sino la de la angustia y el dolor.
-¿Sufres?-preguntaba con frecuencia a su discípulo.

-No, maestro -contestaba el joven, sonriendo tranquilamente.
De repente Miguel de Santiago, con los ojos fuera de sus órbitas, erizado el cabello y lanzando una horrible imprecación, atravesó con una lanza el costado del mancebo.
Éste arrojó un gemido y empezaron a reflejarse en su rostro las convulsiones de la agonía.
Y Miguel de Santiago, en el delirio de la inspiración, con la locura fanática del arte, copiaba la mortal congoja; y su pincel, rápido como el pensamiento, volaba por el terso lienzo.
El moribundo se agitaba, clamaba y retorcía en la cruz; y Santiago, al copiar cada una de sus convulsiones, exclamaba con creciente entusiasmo:

-¡Bien! ¡Bien, maestro Miguel! ¡Bien, muy bien, maestro Miguel!

Por fin el gran artista desata a la víctima; vela ensangrentada y exánime; pásase la mano por la frente como para evocar sus recuerdos, y como quien despierta de un sueño fatigoso, mide toda la enormidad de su crimen y, espantado de sí mismo, arroja la paleta y los pinceles, y huye precipitadamente del taller.
¡El arte lo había arrastrado al crimen!

Pero su Cristo de la Agonía estaba terminado.

IV

Éste fue el último cuadro de Miguel de Santiago. Su sobresaliente mérito sirvió de defensa al artista, quien después de largo juicio obtuvo sentencia absolutoria.

El cuadro fue llevado a España. ¿Existe aún, o se habrá perdido por la notable incuria peninsular? Lo ignoramos. Miguel de Santiago, atacado desde el día de su crimen artístico de frecuentes alucinaciones cerebrales, falleció en noviembre de 1673, y su sepulcro está al pie del altar de San Miguel en la capilla del Sagrario.

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