CAPÍTULO VIII: TRES CASAMIENTOS DE HUAYNA CÁPAC

lunes, 20 de mayo de 2013

Capítulo VIII: Tres casamientos de Huayna Cápac; la muerte de su padre y sus dichos
Túpac Inca Yupanqui, del todo apartado de la guerra, entendía en gobernar su Imperio; visitábalo a sus tiempos, por regalar los vasallos, que sentían grandísimo favor de ver al Inca en sus tierras; ocupóse muy de veras en la obra de la fortaleza del Cozco, que su padre dejó trazada y empezada. Había muchos años que duraba esta obra, en la cual trabajaban más de veinte mil indios con tanta orden y concierto que cada nación, cada provincia, acudía al trabajo y al oficio que le estaba señalado, que parecía una casa muy puesta en orden. Visitaba por sus gobernadores el reino de Chili cada dos, tres años; enviaba mucha ropa fina y preseas de su persona para los curacas y sus deudos, y otra mucha ropa de la común para los vasallos. De allá le enviaban los caciques mucho oro y mucha plumería y otros frutos de la tierra; y esto duró hasta que Don Diego de Almagro entró en aquel reino, como adelante veremos.
El príncipe Huayna Cápac, hecha la conquista del reino de Quitu de las provincias Quillacenca, Pastu, Otauallu y Caranque, y dada orden de lo que convenía a toda aquella frontera, se volvió al Cozco a dar cuenta a su padre de lo que en su servicio había hecho; fue recibido con grandísimo triunfo; de esta venida casó segunda vez con la segunda hermana, llamada Raua Ocllo, porque de la primera mujer y hermana mayor, que había por nombre Pillcu Huaco, no tuvo hijos, y porque el heredero del reino fuese heredero legítimo por el padre y por la madre, como aquellos Reyes lo tenían de ley y costumbre, casó con la segunda hermana; también casó legítimamente, según sus leyes y fueros, con Mama Runtu, su prima hermana, hija de su tío Auqui Amaru Túpac Inca, hermano segundo de su padre. Auqui es nombre apelativo; quiere decir infante; daban este apellido a los hijos segundos del Rey, y por participación a todos los de la sangre real, y no a la gente común, por grandes señores que fuesen. Amaru es nombre de las muy grandes culebras que hay en los Antis. Los Incas tomaban semejantes nombres de animales o flores o yerbas, dando a entender que, como aquellas cosas se extremaban entre las de su especie, así lo habían de hacer ellos entre los hombres.
El Rey Túpac Inca Yupanqui y todos los de su Consejo ordenaron que aquellas dos mujeres fuesen legítimas mujeres, tenidas por Reinas como la primera, y no por concubinas; cuyos hijos sucediesen por su orden en la herencia del Reino; hicieran esta prevención por la esterilidad de la primera, que los escandalizó mucho; y el tercer casamiento fue con la prima hermana, porque no tuvo Huayna Cápac hermana tercera legítima de padre y madre; y por falta de ella le dieron por mujer la prima hermana, que después de sus hermanas era la más propincua al árbol real. De Raua Ocllo, su hermana, hubo Huayna Cápac a Huáscar Inca. Huáscar es nombre apelativo; adelante, en su lugar, diremos cómo y por qué le pusieron este nombre, siendo el suyo propio Inti Cusi Huallpa. De la tercera mujer, que fue su prima hermana, hubo a Manco Inca, que también sucedió en el reino, aunque no más de en el nombre, porque estaba ya enajenado, como adelante veremos.
Pasados algunos años de la quietud y sosiego en que Túpac Inca Yupanqui vivía, adoleció de manera que sintió morirse; llamó al príncipe Huayna Cápac y a los demás hijos que tenía, que fueron muchos, que entre varones y hembras pasaron de doscientos. Hízoles el parlamento que los Reyes acostumbraban por vía de testamento; encomendóles la paz y justicia y el beneficio de los vasallos; encargóles que en todo se mostrasen verdaderos hijos del Sol. Al príncipe heredero le encomendó en particular la reducción y conquista de los bárbaros, que los atrajese a la adoración y servicio del Sol y a la vida política, y que en todo presumiese parecer a sus antepasados. A lo último le encargó el castigo de la alevosía y traición que las de Puerto Viejo y su comarca, principalmente los Huancauillcas, hicieron en matar los capitanes y los demás ministros que a pedimento de ellos mismos les habían enviado para que los doctrinasen y sacasen de la vida ferina que tenían, que aun no sabían labrar los campos ni cubrir sus carnes; que no era lícito aquella ingratitud pasase sin castigo, porque los demás vasallos no imitasen el mal ejemplo. Díjoles se quedasen en paz, que él se iba a la otra vida porque su padre el Sol le llamaba para que descansase con él. Así murió el gran Túpac Inca Yupanqui, dejando perpetua memoria entre los suyos de su piedad, clemencia y mansedumbre y de los muchos beneficios que a todo su Imperio hizo; por los cuales, sin los demás renombres que a los demás Reyes habían puesto, le llamaron Túpac Yaya, que quiere decir: el padre que resplandece. Dejó de su legítima mujer Mama Ocllo, sin el príncipe heredero, otros cinco hijos varones; al segundo llamaron Auqui Amaru Túpac Inca, como a su padre, por tener delante siempre su nombre; el tercero se llamó Quéhuar Túpac; el cuatro fue Huallpa Túpac Inca Yupanqui: éste fue mi abuelo materno; el quinto, Titu Inca Rimachi; el sexto, Auqui Mayta. Embalsamaron su cuerpo, como yo lo alcancé a ver después, el año de mil y quinientos y cincuenta y nueve, que parecía que estaba vivo.
El Padre Blas Valera dice de este Inca lo que se sigue, sacado a la letra, de su latín en romance: "Tópac Inca Yupanqui dijo: "Muchos dicen que el Sol vive y que es el hacedor de todas las cosas; conviene que el que hace alguna cosa asista a la cosa que hace, pero muchas cosas se hacen estando el Sol ausente; luego, no es el hacedor de todas las cosas; y que no vive se colige de que dando siempre vueltas no se cansa: si fuera cosa viva se cansara como nosotros, o si fuera libre llegara a visitar otras partes del cielo, a donde nunca jamás llega. Es como una res atada, que siempre hace un mismo cerco; o es como la saeta que va donde la envían y no donde ella querría". Dice también que repetía muchas veces un dicho de los de Inca Roca, sexto Rey, por parecerle muy importante para la república. Decía: "No es lícito que enseñen a los hijos de los plebeyos las ciencias que pertenecen a los generosos y no más; porque como gente baja no se eleven y ensoberbezcan y menoscaben y apoquen la república; bástales que aprendan los oficios de sus padres, que el mandar y gobernar no es de plebeyos, que es hacer agravio al oficio y a la república encomendársela a la gente común". También dijo: "La avaricia y la ambición hacen que el hombre no sepa moderarse a sí propio ni a otros, porque la avaricia divierte el ánimo del bien público y común y de su familia; y la ambición acorta el entendimiento para que no pueda tomar los buenos consejos de los sabios y virtuosos sino que siga su antojo". Hasta aquí es del Padre Blas Valera, de los dichos sentenciosos del gran Túpac Inca Yupanqui.
Y porque andamos ya cerca de los tiempos que los españoles fueron a ganar aquel Imperio, será bien decir en el capítulo siguiente las cosas que había en aquella tierra para el sustento humano; y adelante, después de la vida y hechos del gran Huayna Cápac, diremos las cosas que no había, que después acá han llevado los españoles, para que no se confundan las unas con las otras. 

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