CAPÍTULO XV: TESTAMENTO Y MUERTE DE HUAYNA CÁPAC, Y EL PRONÓSTICO DE LA IDA DE LOS ESPAÑOLES

lunes, 3 de junio de 2013

Capítulo XV: Testamento y muerte de Huayna Cápac, y el pronóstico de la ida de los españoles
Estando Huayna Cápac en el reino de Quitu, un día de los últimos de su vida, se entró en un lago a bañar, por su recreación y deleite; de donde salió con frío, que los indios llaman Chucchu, que es temblar, y como sobreviniese la calentura, la cual llaman Rupa (r blanda), que es quemarse, y otro día y los siguientes se sintiese peor y peor, sintió que su mal era de muerte, porque de años atrás tenía pronósticos de ella, sacados de las hechicerías y agüeros y de las interpretaciones que largamente tuvieron aquellos gentiles; los cuales pronósticos, particularmente los que hablaban de la persona real, decían los Incas que eran revelaciones de su padre el Sol, por dar autoridad y crédito a su idolatría.
Sin los pronósticos que de sus hechicerías habían sacado y los demonios les habían dicho, aparecieron en el aire cometas temerosas, y entre ellas una muy grande, de color verde, muy espantosa, y el rayo que dijimos que cayó en casa de este mismo Inca, y otras señales prodigiosas que escandalizaron mucho a los amautas, que eran los sabios de aquella república, y a los hechiceros y sacerdotes de su gentilidad; los cuales, como tan familiares del demonio, pronosticaron, no solamente la muerte de su Inca Huayna Cápac, mas también la destrucción de su real sangre, la pérdida de su Reino, y otras grandes calamidades y desventuras que dijeron habían de padecer todos ellos en general y cada uno en particular; las cuales no osaron publicar por no escandalizar la tierra en tanto extremo que la gente se dejase morir de temor, según era tímida y facilísima a creer novedades y malos prodigios.
Huayna Cápac, sintiéndose mal, hizo llamamiento de los hijos y parientes que tenía cerca de sí y de los gobernadores y capitanes de la milicia de las provincias comarcanas que pudieron llegar a tiempo, y les dijo: "Yo me voy a descansar al cielo con Nuestro Padre el Sol, que días ha me reveló que de lago o de río me llamaría, y pues yo salí del agua con la indisposición que tengo, es cierta señal que Nuestro Padre me llama. Muerto yo, abriréis mi cuerpo, como se acostumbra hacer con los cuerpos reales; mi corazón y entrañas, con todo lo interior, mando se entierren en Quitu, en señal del amor que le tengo, y el cuerpo llevaréis al Cozco, para ponerlo con mis padres y abuelos. Encomiéndoos a mi hijo Atahuallpa, que yo tanto quiero, el cual queda por Inca en mi lugar en este reino de Quitu y en todo lo demás que por su persona y armas ganare y aumentare a su Imperio, y a vosotros, los capitanes de mi ejército, os mando en particular le sirváis con la fidelidad y amor que a vuestro Rey debéis, que por tal os lo dejo, para que en todo y por todo le obedezcáis y hagáis lo que él os mandare, que será lo que yo le revelaré por orden de Nuestro Padre el Sol. También os encomiendo la justicia y clemencia para con los vasallos, por que no se pierda el renombre que nos han puesto, de amador de pobres, y en todo os encargo hagáis como Incas, hijos del Sol". Hecha esta plática a sus hijos y parientes, mandó llamar a los demás capitanes y curacas que no eran de la sangre real, y les encomendó la fidelidad y buen servicio que debían hacer a su Rey, y a lo último les dijo: "Muchos años ha que por revelación de Nuestro Padre el Sol tenemos que, pasados doce Reyes de sus hijos, vendrá gente nueva y no conocida en estas partes, y ganará y sujetará a su imperio todos nuestros reinos y otros muchos; yo me sospecho que serán de los que sabemos que han andado por la costa de nuestro mar; será gente valerosa, que en todo os hará ventaja. También sabemos que se cumple en mí el número de los doce Incas. Certifícoos que pocos años después que yo me haya ido de vosotros, vendrá aquella gente nueva y cumplirá lo que Nuestro Padre el Sol nos ha dicho y ganará nuestro Imperio y serán señores de él. Yo os mando que les obedezcáis y sirváis como a hombres que en todo os harán ventaja; que su ley será mejor que la nuestra y sus armas poderosas e invencibles más que las vuestras. Quedaos en paz, que yo me voy a descansar con mi Padre el Sol, que me llama".
Pedro de Cieza de León, capítulo cuarenta y cuatro, toca este pronóstico que Huayna Cápac dijo de los españoles, que después de sus días había de mandar el Reino gente extraña y semejante a la que venía en el navío. Dice aquel autor que dijo esto el Inca a los suyos en Tumipampa, que es cerca de Quitu, donde dice que tuvo nueva de los primeros españoles descubridores del Perú.
Francisco López de Gómara, capítulo ciento y quince, contando la plática que Huáscar Inca tuvo con Hernando de Soto (gobernador que después fue de la Florida) y con Pedro del Barco, cuando fueron los dos solos desde Cassamarca hasta el Cozco, como se dirá en su lugar, entre otras palabras que refiere de Huáscar, que iba preso, dice éstas, que son sacadas a la letra: "Y finalmente le dijo cómo él era derecho señor de todos aquellos reinos, y Atabáliba tirano; que por tanto quería informar y ver al capitán de cristianos, que deshacía los agravios y le restituiría su libertad y reinos; que su padre Guayna Cápac le mandara, al tiempo de su muerte, fuese amigo de las gentes blancas y barbudas que viniesen, porque habían de ser señores de la tierra", etc. De manera que este pronóstico de aquel Rey fue público en todo el Perú, y así lo escriben estos historiadores.
Todo lo que arriba se ha dicho dejó Huayna Cápac mandado en lugar de testamento, y así lo tuvieron los indios en suma veneración y lo cumplieron al pie de la letra. Acuérdome que un día, hablando aquel Inca viejo en presencia de mi madre, dando cuenta de estas cosas y de la entrada de los españoles y de cómo ganaron la tierra, le dije: "Inca ¿cómo siendo esta tierra de suyo tan áspera y fragosa, y siendo vosotros tantos y tan belicosos y poderosos para ganar y conquistar tantas provincias y reinos ajenos, dejásteis perder tan presto vuestro Imperio y os rendísteis a tan pocos españoles?". Para responderme volvió a repetir el pronóstico acerca de los españoles, que días antes lo había contado, y dijo cómo su Inca les había mandado que los obedeciesen y sirviesen, porque en todo se les aventajarían. Habiendo dicho esto, se volvió a mí con algún enojo de que les hubiese motejado de cobardes y pusilánimes, y respondió a mi pregunta diciendo: "Estas palabras que nuestro Inca nos dijo, que fueron las últimas que nos habló, fueron más poderosas para nos sujetar y quitar nuestro Imperio que no las armas que tu padre y sus compañeros trajeron a esta tierra". Dijo esto aquel Inca por dar a entender cuánto estimaban lo que sus Reyes les mandaban, cuánto más lo que Huayna Cápac les mandó a lo último de su vida, que fue más querido de todos ellos.
Huayna Cápac murió de aquella enfermedad; los suyos, en cumplimiento de lo que les dejó mandado, abrieron su cuerpo y lo embalsamaron y llevaron al Cozco, y el corazón dejaron enterrado en Quitu. Por los caminos, dondequiera que llegaban, celebraban sus obsequias con grandísimo sentimiento de llanto, clamor y alaridos, por el amor que le tenían; llegando a la imperial ciudad, hicieron las obsequias por entero, que, según la costumbre de aquellos Reyes, duraron un año; dejó más de doscientos hijos y hijas, y más de trescientos, según afirmaban algunos Incas por encarecer la crueldad de Atahuallpa, que los mató casi todos. Y porque se propuso decir aquí las cosas que no había en el Perú, que después acá se han llevado, las diremos en el capítulo siguiente. 

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